MENTALIDAD DE CRECIMIENTO

 MENTALIDAD DE CRECIMIENTO

 LA MEJORA SIEMPRE ES POSIBLE




    Nuestro cerebro es un órgano complejo que trabaja en paralelo realizando continuas predicciones y asimilando información a través de la asociación de patrones ya conocidos. Como es muy maleable, las experiencias vitales hacen que se vaya reorganizando y es este proceso de adaptación continua el que nos permite aprender durante toda la vida, lo cual tiene enormes repercusiones educativas. Conocer que nuestro cerebro es plástico, que podemos generar nuevas neuronas o que la inteligencia es una capacidad maleable constituye una puerta abierta a la esperanza porque permite desarrollar lo que Carol Dweck llama mentalidad de crecimiento, aquella que nos permite afrontar mejor los retos al creer que nuestras habilidades personales pueden desarrollarse. La mejora siempre es posible.

Mentalidad de crecimiento vs mentalidad fija
    Las creencias previas de los alumnos (también las de los profesores) sobre su inteligencia condicionan la forma que tienen de afrontar los retos. Algunos creen que la inteligencia es fija y que debido a los determinismos genéticos no podemos hacer nada para cambiarla, mientras que otros creen que sí podemos desarrollarla y mejorarla mediante la Educación. Y esta diferente forma de entender la inteligencia repercute en el rendimiento académico del alumno.

Blackwell, Trzesniewski y Dweck (2007) analizaron durante cinco años seguidos a alumnos de séptimo grado (12-13 años) en el contexto de la asignatura de matemáticas. En el primer estudio, al principio de curso, evaluaron sus mentalidades (fija o de crecimiento) con una serie de tests y comprobaron que la de crecimiento, aquella que considera que la inteligencia es maleable, predecía una trayectoria ascendente de los alumnos en los dos cursos siguientes. Los análisis revelaron que existían algunas variables importantes que podían explicar las diferentes calificaciones en matemáticas obtenidas por los alumnos. Así, por ejemplo, aquellos que tenían una mentalidad de crecimiento se preocupaban más de los objetivos y del proceso de aprendizaje, eran más persistentes ante las dificultades y creían más en la importancia del esfuerzo para obtener los resultados adecuados. Por el contrario, los alumnos con una mentalidad fija creían que el esfuerzo solo era provechoso para aquellos que les faltaba capacidad, eran menos resistentes cuando aparecían dificultades y más proclives a realizar trampas para obtener los resultados esperados.

¿Se puede promover una mentalidad de crecimiento en los alumnos?
    En un segundo estudio con 99 alumnos de la misma etapa educativa que tenían un bajo rendimiento académico, las investigadoras quisieron analizar cómo afectaba a su evolución académica una intervención que promovía una mentalidad de crecimiento. En ocho sesiones que duraban unos 25 minutos, el principal mensaje que se les quería transmitir a los alumnos era que el aprendizaje cambia el cerebro formando nuevas conexiones neuronales y que ellos son responsables del proceso. Se les enseñaba que la inteligencia era maleable a partir de lecturas inspiradoras en las que se presentaban analogías (el cerebro como músculo que se puede fortalecer) o ejemplos cercanos (la mejora de la inteligencia de los bebés como consecuencia del aprendizaje) que eran complementados por actividades prácticas y debates.
Los resultados no ofrecieron dudas. Los alumnos del grupo que recibieron el cursillo sobre el funcionamiento del cerebro mejoraron sus resultados académicos, a diferencia de los integrantes del grupo de control a los que se impartió un curso sobre memoria y cuyos resultados continuaron empeorando. Conocer cómo funciona el cerebro constituye un elemento motivador imprescindible.

Creencias del profesor.
    Cuando los profesores muestran una mentalidad de crecimiento son más proclives a animar al alumno (“si trabajas duro mejorarás”) y a suministrarle estrategias concretas para su mejora (“cambiando los hábitos de trabajo mejorarás”). En cambio, los profesores con una mentalidad fija suelen ser incapaces de hacer salir de la zona de confort a sus alumnos justificando sus malos resultados (“no todo el mundo puede ser bueno en matemáticas”) (Dweck, 2008). Este es el camino directo hacia uno de los efectos más perjudiciales de la Educación: la inaceptable estigmatización o “etiquetado” del alumno.

Elogios, los adecuados.
Los estudios demuestran que cuando se elogia al alumno por su esfuerzo (“gran resultado, debes haber trabajado mucho”), atribuye el éxito al trabajo duro, disfruta de los nuevos retos y mejora su perseverancia ante la tarea y su resiliencia. Mientras que cuando se elogia al alumno por su capacidad o inteligencia (“gran resultado, debes ser muy inteligente”), suele rechazar los nuevos retos que puedan cuestionar su capacidad por lo que disminuye su perseverancia y su resistencia al fracaso. Y no solo eso sino que, en muchas ocasiones, busca otros compañeros con dificultades que le hagan acrecentar un falso ego y sentirse así mejor (Dweck, 2012).

Los escáneres cerebrales no mienten.
La facilidad con la que los alumnos se recuperan de los errores depende de sus creencias sobre sus capacidades personales. ¿Pero qué dicen los escáneres cerebrales al respecto?
Al medir la actividad eléctrica cerebral cuando se enfrentan los alumnos a los errores por la dificultad de las nuevas tareas presentadas se encuentran claras diferencias. Aquellos que tienen mentalidad fija, como huyen del error, prácticamente no muestran actividad eléctrica ante los nuevos retos (ver figura 3), en comparación a aquellos que tienen una mentalidad de crecimiento que les hace perseverar, analizar el error y buscar formas de mejorarlo (Moser et al., 2011).



Implicaciones pedagógicas

Analicemos algunas sugerencias prácticas que consideramos imprescindibles para mejorar esta mentalidad de crecimiento tan importante para el éxito del alumno, no solo en lo académico sino también en lo personal:

Enseñar cómo funciona el cerebro. Explicar a los alumnos de cualquier edad que el cerebro es muy plástico y que nos permite un aprendizaje continuo, que somos capaces de generar nuevas neuronas o que las sinapsis se pueden fortalecer al aprender algo nuevo y hacernos más inteligentes es imprescindible. Y eso se podría hacer, por ejemplo, dedicando los primeros minutos de las primeras clases del curso para despertar la motivación inicial. Os sorprenderíais si vierais las caras de algunos adolescentes cuando se les muestran neuroimágenes de personas con trastornos del aprendizaje como la dislexia o la discalculia en las que aparecen las mejoras de regiones cerebrales, previamente disfuncionales, como consecuencia del entrenamiento. La plasticidad cerebral lo permite.

Asumir el error con naturalidad. No podemos pedir lo que los profesores no podemos ofrecer. El error forma parte del proceso de aprendizaje. Es nuestra obligación crear un clima emocional seguro en el aula en el que todos nos equivocamos, rectificamos, analizamos y aprendemos. No coartemos la creatividad de los alumnos.

Elogiar por el esfuerzo. Elogiemos por el esfuerzo y no por la capacidad. Es indudable que para llegar a ser Einstein o Mozart han de existir unos condicionamientos genéticos, pero sin un enorme esfuerzo no hubieran podido ser quienes fueron. El verdadero éxito radica en la mejora personal, no en la constante comparativa con los demás. Cada persona es única porque su cerebro es único.

Sin etiquetas. Si nuestro cerebro nos permite desarrollar una mentalidad de crecimiento y una mejora continua, es antieducativo valorar las capacidades de los alumnos con un criterio de inalterabilidad. Y, como consecuencia de ello, los docentes hemos de tener siempre expectativas positivas sobre nuestros alumnos. En caso contrario, los propios mecanismos cerebrales inconscientes capaces de captar cualquier pequeño mensaje no verbal condicionarán nuestras relaciones con los alumnos en el aula.

Lo importante es el proceso. Si no somos capaces de desligarnos de la dictadura ejercida por los resultados académicos, los alumnos no disfrutan del proceso y no se centran en lo verdaderamente importante: el aprendizaje. Pero para ello, ha de ser un aprendizaje significativo, útil, en definitiva cercano a la realidad y con aplicaciones prácticas directas en la vida cotidiana. Valoremos el esfuerzo y no olvidemos también la importancia del feedback durante el proceso de aprendizaje, tanto para el profesor como para el alumno.

No eliminar los retos. Los retos constituyen uno de los ingredientes esenciales para el aprendizaje, aunque han de ser adecuados para potenciar la motivación. Conforme el alumno mejore su mentalidad de crecimiento dispondrá de más estrategias para afrontar tareas de mayor dificultad.

Conclusiones finales

Las modernas investigaciones en neurociencia están demostrando que la inteligencia se puede mejorar. Incluso existe algún estudio que demuestra cómo, en el caso de los adolescentes, una mejora en pruebas verbales y no verbales para medir el cociente intelectual va acompañada de una mayor densidad neuronal en regiones cerebrales que intervienen en estos procesamientos (Ramsden et al., 2011). Por lo tanto, la mentalidad de crecimiento parte de una premisa real. Y lo más importante es que la creencia de que es posible desarrollar nuestras capacidades personales nos permite afrontar mejor los desafíos que nos plantea la vida cotidiana.
Desde la perspectiva educativa, esto permite a los alumnos mejorar sus resultados académicos y su aprendizaje. Y en este proceso resulta fundamental, por un lado, conocer cómo funciona el cerebro humano y, por otro, es esencial crear un clima emocional seguro en el aula donde las expectativas de los alumnos y de los profesores sean siempre positivas. Sin olvidar la importancia de generalizar la colaboración a todos los miembros de la comunidad: directivos, profesores, familias y alumnos.

No desaprovechemos las enormes posibilidades de mejora que nos permite nuestro cerebro. El esfuerzo vale la pena.



Jesús C. Guillén


Referencias:

Blackwell, L. S. et al. (2007): “Implicit theories of intelligence predict achievement across an adolescent transition: a longitudinal study and an intervention”. Child Development 78 (1), 246-263.
Dweck, C. (2008): “Mindsets and math/science achievement”. Carnegie-IAS Commission on Mathematics and Science Education.
Dweck, C. (2012). Mindset: how you can fulfil your potential. Robinson.
Hattie, J. (2012). Visible learning for teachers. Maximizing impact on learning. Routledge.
Moser, J. S. et al. (2011): “Mind your errors: evidence for a neural mechanism linking growth mind-set to adaptive posterror adjustments”. Psychological Science 22 (12), 1484-1489.
O’Rourke, E. et al. (2014): “A growth mindset incentive structure boosts persistence in an educational game”. Proceedings of the ACM Conference on Human Factors in Computing Systems (CHI 2014). Toronto, Canada.
Ramsden, S. et al. (2011): “Verbal and non-verbal intelligence changes in the teenage brain”. Nature 479, 113-116.























COMO PODEMOS AYUDAR A LOS NIÑOS A GESTIONAR LAS EMOCIONES LA IRA, LA RABÍA O EL ENFADO

 



COMO PODEMOS AYUDAR A LOS NIÑOS A GESTIONAR LAS EMOCIONES

LA IRA, LA RABÍA O EL ENFADO


    Como ya hemos dicho en otras ocasiones las emociones, todas, son necesarias. La ira, la rabia, el enfado, también, pero tenemos que ayudar a los niños a expresarlas de forma adecuada. Expresar la ira con violencia, pegando o gritando no es la forma correcta. Tenemos que proporcionarle un vehículo para expresar la ira con palabras y evitar estas formas de exteriorizar el enfado que no son adecuadas y pueden dañar a alguien e incluso a ellos mismos.

Recordad, que no hay recetas, que cada uno de nosotros, debe escoger lo que más se adecue a sus necesidades y a las características del niño.

Para empezar:

1º.- Hablemos con ellos de lo que es el enfado o la ira. Si es posible en momentos en los que estemos todos relajados y tranquilos. Esto ayudará a entender mejor, desde la tranquilidad se expresa y se comprende mejor.

    Les diremos que: la ira o el enfado es una emoción, y cuando la tenemos notamos que estamos irritables, molestos o tensos. Que la ira o el enfado es como tu cuerpo te cuenta que hay algo que te molesta, y que tienes que solucionarlo. Que todos nos enfadamos en algún momento. La maestra, mamá, papá y los abuelos también se enfadan. Que podemos aprender estrategias que nos ayuden a controlar el enfado. Algunas veces necesitaremos solucionar un problema. En otras ocasiones deberemos pensar por qué estamos enfadados y ver la manera de que no ocurra más. Y en otras simplemente aprenderemos a tranquilizarnos para en otro momento pensar en ello.

2º.- Hablemos con ellos sobre como notamos que estamos enfadados. En muchas de las ocasiones, los niños no saben cuantificar su enfado, nadie se lo ha explicado. A veces magnifican y otras lo minimizan, da igual la razón del mismo.

    A veces, es muy bueno visualizar como de enfadados estamos. Podemos darles algunas pistas, para que los niños se puedan situar y poder graduar la intensidad de esa emoción. Un ejemplo es el siguiente:




                                      Fuente: www.cuentameuncuentoespecial.com


3º.- Algunos ejercicios de control de la ira o enfado en niños.

  • Ejercicios de respiración.
1.- Ejercicio de respiración : inspira como si respirases una flor /expira como si soplases una vela.

2.- Ejercicio de respiración : Respiración profunda mientras mamá cuenta hasta 10.

3.- Soplar haciendo pompas de jabón ( con un pompero).

  • Ejercicios de relajación.
1.- Aprieta con fuerza una Pelota antiestrés.
2.- Abraza un peluche.
3.- Un abrazo cálido de la profesora, mamá o papá también es válido.

  • Salir de la situación (físicamente).
1.- Irse a una habitación distinta de donde ha ocurrido el problema.

  • Salir de la situación (cambiar a otra actividad divertida)
1.- Jugar con plastilina.
2.- Utilizar tus botellas de la calma.
3.- Hacer un dibujo.
4.- Escucha música.
5.- Ver un programa de televisión .
6.- Juegos de mesa (oca, parchis).

  • Actividad física.
1.- Rebotar sobre una pelota grande. 
2.- Saltar.
3.- Correr alrededor del sofá.
4.- Salir al patio y correr.

También puede ser útil, explicar al niño, con un pequeño dibujo, todo lo que puede hacer cuando se sienta enfadado. Y tenerlo siempre a mano para ofrecérselo.


                                                                                           Fuente: www.cuentameuncuentoespecial.com




Maria Dolores Abril Caballero

Maestra y Pedagoga



¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A NUESTROS ALUMNOS E HIJOS ANTE LA IRA Y EL ENFADO?

 

LA IRA Y EL ENFADO



EL ENFADO y  LA IRA

 ¿Cómo podemos ayudar a los alumnos o a nuestros hijos a reconocer estas emociones, canalizarlas y encontrar la solución a la situación que se produce?

    Frente a las rabietas, el enfado e incluso la ira que se presenta a menudo en los niños, los adultos solemos sentir una gran impotencia. Esto se debe, en gran manera, ante esta situación, se nos presentan varias emociones, pero la que prevalece es la frustración, ya que nos abruma la percepción de que “no sabemos qué hacer”. Esta frustración hace que nuestra respuesta sea siempre desde el enfado. Y como podréis imaginar: enfado + enfado, pocas veces va a dar lugar a una solución pacífica… Pero, ¿qué podemos decirles, qué podemos hacer?

    Sabemos que no hay recetas, que ningún niño es igual a otro y que ningún padre-madre es igual a otro. Pero a pesar de ello sí que me atrevo a dar algunos consejos, en forma de premisas y frases que podemos utilizar para aliviar la tensión y poder volver a una situación pacífica que permita dialogar.


En primer lugar, siempre tenemos que tener en cuenta estas tres premisas:

1º Premisa:

    No intentemos calmar, gritando más que ellos. Ni diciendo: ¡Ya!¡Se acabó! Esto lo único que hace es avivar la rabieta. Por supuesto nunca pegar, si lo hacemos supondrá que la única manera de llegar a la calma es esa. Y cómo todos sabemos la violencia física solo produce dolor y resentimiento por parte de los niños. Evita las amenazas y el autoritarismo.

2º Premisa:

    El límite a este tipo de actuación está en el momento que la frustración del niño pueda provocar peligro para su vida. Nunca está bien golpear, golpearse o herir a los demás. Entonces debemos pedir ayuda a un profesional.

3º Premisa:

    Es sumamente importante que les recordemos a menudo a los niños que los queremos incondicionalmente, porque son nuestros hijos. Decir “Te quiero” debe repetirse con mucha frecuencia. Es importante en la niñez, pero aún mas en la adolescencia ( más cuanta mas rebeldía presenten).

Frases que nos pueden servir de ayuda para ayudar frente al enfado o la ira:

1º Frase: "Veo que estás enfadado-a".
En primer lugar, es necesario que el niño sepa que podemos ver físicamente su enfado, Intentaremos ayudarle con nuestras palabras a que sea consciente de lo que pasa en su cuerpo cuando se enfada.

2º Frase: "Entiendo que estés enfadado-a". 
Con esta frase estamos comunicando a nuestro hijo-a que entendemos la causa de su enfado, que estamos entendiendo lo que el siente. A veces el enfado es por algo insignificante para nosotros, pero muy importante, en ese momento, para ellos-as. El berrinche, el enfado es la manera inconsciente del niño de llamar nuestra atención por algo que el considera importante.

3º Frase: "¿Te gustaría que te ayudase?"
A veces, cuando vamos a decirles esta frase es bueno abrazar, pero no en todos los niños es posible. En algunos casos es tal la ira, que no permiten que les abracemos. Es necesario respetar este momento y no forzar algo que no son capaces de hacer. Esto no significa que no nos quieran ¡nunca debemos interpretar eso! Nos hará daño a nosotros y a ellos. Sería conveniente decirles con tono amable, que nos gustaría ayudarles, pero para eso tenemos que hablar y debemos calmarnos. Y por supuesto darles el tiempo para que se calmen. Este tiempo les otorga independencia para tomar sus propias decisiones.

4º Frase: "Me pregunto si lo que te pasa es… o lo que necesitas es…"
En la mayoría de las ocasiones en niños pequeños y los no tanto, no tienen la capacidad o no saben cómo expresar lo que les pasa. Tampoco, en ocasiones saben exactamente la causa de su excesivo enfado o malestar. En estos casos, podemos hacer preguntas indirectas para intentar comprender el motivo de por qué están así, por ejemplo: “me pregunto si necesitas arreglar el juguete roto, me pregunto si quieres descansar, me pregunto si necesitas un abrazo, etc.”

5º Frase: "Si necesitas que hablemos, debes estar calmado-a".
Esto se debe utilizar cuando nuestro alumno o hijo no cesa en los gritos (estos, evidentemente, sólo buscan nuestra atención y están muy atentos a nuestra reacción). Es muy importante que nuestros alumnos e hijos sepan que solo hablaremos con ellos y plantearemos soluciones desde la calma. Poco a poco los niños entienden que no tiene sentido su comportamiento, pues no les conducirá a nada si no se calman. Pero a veces el niño-a está tan frustrado-a o enfadado-a que es imposible que se calme de forma más o menos rápida, es por esto que debemos intentar ofrecer ayuda para intentar regular su emoción. Dependiendo de cuál ha sido la causa del enfado podemos intentarlo con preguntas como: ¿Podemos empezar de nuevo? ¿Vamos a ver que ha salido mal? ¿Hablamos con tu hermano-a? ¿Qué tal si limpiamos lo manchado? ¿Qué tal si dentro de un rato buscamos una solución? O simplemente, ponernos a su altura (mirándolos a los ojos) y pedirles que respiren como nosotros de forma pausada.

Cuando la rabieta es porque quieren que les compremos algo, la estrategia es la misma. Debemos esforzarnos en no perder la calma y la frase es: “Esto lo hablamos en casa en calma, de esta forma no te entiendo”. Y por supuesto, no caer en contradicciones, es decir unas veces si y otras no. Si no somos coherentes, el niño desde sus razonamientos, intentará ver cuando si puede coger la rabieta y cuando no. Y podéis creerme, dominan tanto el lenguaje no verbal de los adultos que, ¡aciertan siempre!

6º Frase: "Estás a salvo y siempre estaré aquí para lo que tú necesites".
La emoción que nos lleva a la ira o enfado en la mayoría de los casos es el miedo, si nos mostramos autoritarios y distantes, no haremos mas que incrementar ese miedo. Nuestros hijos necesitan saber que estamos ahí para ayudarles en todo aquello que necesiten, a pesar de sus desaciertos o errores.


Como he mencionado al principio, NO HAY RECETAS, pero tanto educadores como padres podemos utilizar estos consejos en forma de frases para intentar ayudar a nuestros alumnos e hijos.
Espero que os sirvan de ayuda.


Mª Dolores Abril Caballero
Maestra y Pedagoga
2021